martes, 25 de octubre de 2011
PECADO DE TRISTEZA...
sera posible que se pueda pecar de esta manera?
Era un programa de esos que ponen a prueba la cultura general y que buscan preguntas que parece que vienen de otro planeta... escuche que la tristeza era un pecado
De inmediato me meti a la red para buscar informacion y entre muchas paginas encontre lo siguiente:
la tristeza es una enfermedad que se va comiendo nuestra alma poco a poco, y si no tenemos valor para detener su avance, puede hacer de nuestra existencia toda una completa desdicha.
¿Qué es el Pecado? — Un Llamado al ArrepentimientoLas buenas noticias en todo esto son que, una vez que nos reconocemos como pecadores, necesitamos solamente arrepentirnos y acoger a Jesús para ser perdonados. Jesús puede perdonarnos porque él murió y resucitó tres días después en victoria sobre el pecado y la muerte. El apóstol Pablo se refiere a este proceso de reconocimiento del pecado y responsabilidad por ello como la “tristeza que proviene de Dios”. “La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo produce la muerte”, escribe Pablo en 2 Corintios 7:10-11. “Fíjense lo que ha producido en ustedes esta tristeza que proviene de Dios: ¡qué empeño, qué afán por disculparse, qué indignación, qué temor, qué anhelo, qué preocupación, qué disposición para ver que se haga justicia! En todo han demostrado su inocencia en este asunto”.
la TRISTEZA, la ausencia de color en el alma. El prisma descompone la luz, como en el arcoiris, en siete colores inconfundibles, pero suele ocurrir que el ojo sólo percibe el negro o su opuesto, el blanco, la ausencia de color.
Existen señales claras de tristeza: el consumo masivo de euforizantes; el ritual indispensable de la "happy hour" después de la oficina, con el obsequio de un trago plus; los rostros agobiados de los que buscan empleos o de los que trabajan. Cada vez se pone más en evidencia el predominio del negro y los grises en la vestimenta.
Los aspirantes a ejecutivos visten de negro, igual que sus superiores, y se desplazan petulantes por el centro de las ciudades. Los jóvenes salen de "fiesta" con ropas oscuras, camperas y botas; tanto hombres como mujeres.
La tristeza sienta sus reales en las telenovelas: mata que te matan.
Uno peca, al menos etimológicamente, cuando no da donde no tiene que dar, cuando se equivoca con la vida. Cuando se traiciona a la alegría.
Es posible encontrar un vaso grande de felicidad en las cosas más simples de la vida, en el reconocimiento gratuito de nuestras propias potencialidades de disfrute, en el reír juntos, en identificarnos con alguno de los colores que componen el milagro de la vida.
... y el tema me daba vueltas y vueltas en la cabeza, como las paginas daban vuelta en mis cansados ojos. encontre una frase de San Austin "Dios lo que más odia después del pecado es la tristeza, porque nos predispone al pecado", ahi encontre la clave... porque nos predispone al pecado? porque atraves de ella quiza disfrazamos el rencor, porque la tristeza que ciega el corazon no nos permite observar la misericordia de Dios y entender que no hay nada que pueda mas que su amor, esa misma ceguera nos llena de oscuridad de soberbia, creyendo que en los hilos de la vida nosotros podemos controlarlo todo y no nos permite entregarnos a sus brazos tiernos con confianza en SU AMOR.
AMOR de Dios que es DIVINO y que no tiene nada que ver con el de los humanos.
De pronto me vi en ese espejo del baño como la imagen de esos payasos llorones que odiaba tanto, quiza eh tenido dias mejores... quiza un tiempo fui mas feliz... quiza tengo en verdad motivos para estar triste, pero sobretodo quiza es tiempo de dejar de lagrimar y abrir los ojos... por que su Amor es Divino y no tiene nada que ver con el mio...
lunes, 24 de octubre de 2011
En ti...
en ti escondo mis deseos muertos,
mi alma tibia que muere aqui
En ti ahogo el grito y la risa,
entre imposibles y lagrimas
cuelgo mis sueños y el corazon
En ti dejo el tiempo,
el pasado, el presente y la ilusion
en ti muero y vivo,
en ti vivo y muero,
en ti dejo los dias y olvido las noches
en silencio
En ese beso que no llega,
en la caricia que no siento,
en la frase que aprietan mis cansados labios
y en mi mente que vuela lejos
En ti soledad,
en ti muero y vivo,
entre el dolor y la sonrisa,
entre mi alma y el frio,
entre el tiempo y el silencio,
en tus noches y en mis dias
vivo y muero soledad
viernes, 21 de octubre de 2011
No hay que amar a “fuerzas” hay que saber amar...
El primer vínculo familiar que debemos fortalecer es horizontal: el del matrimonio. De él depende toda la familia. Debemos, pues, acercarnos a nuestro cónyuge, manifestándole amor y comprensión. El esposo debe amar y cuidar a su esposa, y la esposa debe aceptar al esposo como cabeza del hogar. «En todo caso, cada uno de ustedes ame también a su esposa como a sí mismo, y que la esposa respete a su esposo» (Efesios 5:33). La armonía conyugal viene cuando determinamos hacer a un lado el egoísmo. Es algo que obtenemos con esfuerzo.
Pero a veces, aunque nos hemos esforzado por tener un buen matrimonio, algo pasa. Perdemos el primer amor que sentimos cuando nos casamos. ¿Qué podrá inyectar nueva vida en las venas de un matrimonio raquítico? ¿Qué puede una pareja introducirle a su matrimonio que le devuelva el calor que una vez tuvo?
Para empezar, deben traer a la memoria aquel día mágico en que como novios se pronun-ciaron esas palabras sagradas de unión eterna. Allí no hubo hipocresía. No hubo falsedad. Se dijeron que se amarían para siempre porque se querían de todo corazón. En ese momento encantador el tiempo se detuvo y dos corazones se convirtieron en uno. ¿Cómo se les iba a ocurrir que podría venir el día en que ese amor se enfriaría? Pero algo pasó. La ilusión se deshizo, y se apagó la chispa. ¿Qué hacer?
Uno de los peores males que padecemos en la actualidad es la idea de que el amor es algo que se siente nada más. A eso se debe que haya tantas separaciones y tantos divorcios. Cuando los casados dejan de «sentir» el amor de novios, suele suceder una de dos cosas: o se convencen de que ya se acabó su relación conyugal, o se valen de ese vacío emocional para justificar una relación extramatrimonial en la que sí vuelven a sentir ese amor excitante de antes. ¿Y qué es exactamente lo que sienten? La pasión sensual, que en demasiados casos no tiene relación alguna con el amor genuino.
Cuándo se acaban las maripositas en el estómago, el aceleramiento del corazón, las ansias locas por estar todo el tiempo con ese ser tan amado?
“El idilio romántico en el comienzo de una relación, esa sensación embriagadora de amor perfecto, en la que el otro es el complemento ideal, el amor romántico tan bien retratado por Hollywood. No está mal, es un tiempo que debe disfrutarse, vivirse, es un tiempo para jugar y reír, para pasarla bien. Pero como todas las cosas de este mundo, este tiempo debe terminar. Según la pareja que se está constituyendo, este tiempo puede durar desde unos pocos días hasta unos cuantos meses. Pero tarde o temprano, inevitablemente termina.
Cuando esta etapa se cierra, cuando naturalmente el idilio se marchita, comienzan a aparecer las personas reales, con sus virtudes y sus defectos. A los ojos de ella “el príncipe azul” se desvanece y ante los ojos de él se desmorona “la mujer perfecta”.
Este hecho puede ser más o menos traumático según lo vayan asimilando cada uno de los protagonistas.
Según
Por su parte en el área de la antropología Helen Fisher, después de estudiar muchas culturas y tribus, encontró dos tendencias que se repetían: se tenían hijos cada cuatro años y la mayor probabilidad de divorcio se producía a los cuatro años del matrimonio.
La antropóloga concluye entonces que, en la pareja, se tiende a producir un ciclo consistente en una etapa inicial de enamoramiento con exclusividad sexual relajada, pasando por una fase de crianza de un hijo y culminando en la separación.
Como dicha secuencia se solía dar durante la vida fértil con una periodicidad de aproximadamente cuatro años, denominó a su teoría como el “ciclo reproductor de 4 años”.
Recientemente las neurociencias han aportado una explicación científica al fenómeno anterior.
Al inicio de una relación de pareja se suscitan sensaciones de tan alto nivel de intensidad - como resultado de la activación de ciertos circuitos cerebrales y de la acción de determinadas sustancias bioquímicas – que se habla de la presencia de una suerte de “borrachera de amor” confundible, incluso, con una psicosis en la que se mezclarían síntomas de manía, demencia, obsesión y extraños comportamientos, ad doc con la frase ”locura temporal de amor”, en- enamorados( en-in- dentro) del estado de amar, en el amor.
Pero, biológicamente, nuestro organismo simplemente no puede soportarlas en forma continuada y permanente, so pena de correr riesgos de locura, agotamiento físico y de quedar exhaustos sin energía para otras actividades, por lo que esa urgente atracción bioquímica inevitablemente va a decaer con el transcurso del tiempo.
Aunque nuestro cerebro sea un órgano muy flexible, la bioquímica y la neurofisiología no permiten variaciones demasiado marcadas de un individuo a otro, por lo que se presuponen determinados lapsos de tiempo y el organismo no puede alargar mucho el plazo durante el cual se secretan en abundancia las hormonas asociadas a la etapa del enamoramiento romántico e, indefectiblemente, toda la locura de la pasión se va desvaneciendo gradualmente.
Se estima que el período en el que se “vivencian” –se sufren o se difrutan- tan marcadamente esas sensaciones que normalmente identificamos con el Amor (con mayúscula) dura, en general, un promedio de solamente dos o tres años, con un máximo de los “famosos” cuatro años, lo cual estaría determinado orgánicamente y tendría un sentido evolucionista.
En este sentido se ha descubierto que la molécula proteínica conocida como (NGF) presenta niveles elevados cuando nos enamoramos de una nueva persona, pero vuelve a sus niveles previos al cabo de un año; por lo tanto, esa tan alta intensidad física y emocional, sólo sucede una vez en los inicios de una relación de pareja.
Por supuesto que se seguirán produciendo momentos de placer y alegría – ambas definidas necesariamente como emociones pasajeras - pero serán menos frecuentes y menos abundantes.
En términos biológicos lo que sucede, en el fondo, es que cuando una pareja se estabiliza en el tiempo, va desarrollando una suerte de acostumbramiento a la presencia del otro.
Aunque la unión sea muy satisfactoria, se irá generando una tolerancia similar a la que experimentan los drogadictos, haciéndonos resistentes a los estímulos repetidos.
Es decir, si la relación se ha vuelto rutinaria se debe a que nuestro cerebro está menos sensible a su “propia” hormona de amor preferida (para que se secrete dopamina se requiere de la novedad).
Por tanto, cuando las parejas monógamas desarrollan dicha tolerancia mutua y se pierde la euforia romántica, no significa que nos hayamos equivocado de persona ni que la relación sea aburrida, sino que nuestros cerebros plásticos se han adaptado tan bien el uno al otro que nos resulta mucho más difícil estimular los centros del placer, para lo cual ayuda el realizar juntos nuevas actividades). Claro…para añadir novedad a la relación y producir dopamina…
No obstante, esto no significa que sea imposible mantener un tipo de amor con componentes pasionales y románticos, eventualmente, durante toda la vida.
Pues veamos con detenimiento esto… si existen elementos de enojo, mala comunicación efectiva, resentimentos, mala cama, pocos deseos sexuales, etc.
Es sumamente importante ir a Terapia de Pareja e individual. .
Con el fin de reconocer y cerrar círculos de dolor y prácticas de mala comunicación verbal y sexual, es importante sanar y reforzar el deseo de innovar de hacer cosas juntos para crear la ansiada “novedad generadora de dopamina”.
ENFRENTAR EN QUE SE HAN PERMITIDO SER ABURRIDOS, PAUSADOS Y ABANDONADOS EN SU RELACIÓN.
En efecto, los trabajos con terapia de pareja cíclicamente monitorizados en múltiples espacios de diversos sitios desde Gran Bretaña, Alemania, España, Chile, EU . Con resonancia magnética se ha demostrado que se puede lograr que el sistema de recompensa del cerebro continúe activándose y que sigan apareciendo algunas de las manifestaciones típicas de los comienzos, ante la novedad. Despues o en el proceso de tener terapia de pareja .
En dichos estudios se compara el funcionamiento neuronal, al mostrarles la foto del ser amado, de matrimonios casados hace décadas con parejas que llevan menos de dos años juntos.
En el primer caso se pudo observar que - no solamente habían desarrollado las zonas del cerebro coligadas al apego, calma y supresión del dolor - sino que también presentaban actividad en aquellas regiones asociadas al amor romántico, las que no eran las mismas que se activan en la atracción sexual (aunque algunas sean comunes en ambos), sino que eran áreas específicas del enamoramiento.
Cuando las personas enfrentan un proceso de Terapia pueden darse cuenta, de lo que es su realidad y deciden suprimir defectos desde el conciente para el colectivo de la pareja y entienden lo que si tienen en ésta.
Mientras que aquellos casos que aún no habían llegado a los dos años de relación, fuera de las zonas ligadas al romanticismo, presentaban también mayor actividad en las relacionadas con la obsesión y la ansiedad.
Puede acentuarse por la mala comunicación y malos hàbitos de interelaciòn.
Baja inteligencia sexual e incluso emocional.
En conclusión, el mantenimiento de la pasión durante décadas parece ser minoritario pero no inasequible, no se trata de un asunto poco común o inalcanzable, sino que es realizable.
Requiere compromiso y acción.
Es así como la pasión rutilante va cediendo espacio a otras manifestaciones de convivencia tales como el afecto, ternura, apego, pertenencia, seguridad, compañerismo y aceptación.
Ello no supone la desaparición del amor, sino que comienza una nueva fase de la relación, más consolidada y más responsable.
Se trata de un amor más sereno y calmado, donde la comunicación es más fluida, de mayor complicidad.
Poniendo atención a su cuidado y el sanar todo lo que la afecte.
Los circuitos cerebrales asociados a la adhesión, a la conservación y al compromiso a largo plazo se vuelven más dinámicos.
Dichos circuitos se activan con la mayor afluencia de oxitocina y vasopresina, facilitada por ciertas experiencias gratificantes tales como caricias y el contacto físico en general.
Al inicio venían en grandes cantidades derivadas de cada orgasmo. Estas dos neuro hormonas, a su vez, aumentarán los niveles de dopamina y toda esta combinación actúa como una poderosa base química que mantiene unida a la pareja en una forma cualitativamente satisfactoria.
Para poder arribar a esta nueva fase, debe existir la disposición a estar abierto a estas nuevas transformaciones y rutas neuronales; a no quedarse aferrado tratando de mantener a pulso – artificialmente - las sensaciones de la época anterior y saber que tampoco se trata de resignarse a que ya no se van a suscitar ninguna de las sensaciones de antes.
El amor sexual maduro, término acuñado por Kernberg, se refiere a la capacidad de darse el tiempo necesario para poder pasar a esta nueva etapa y así poder llegar a construir relaciones personales de calidad, “auténticas, comprometidas, que integren todos los elementos importantes de la vida personal: las pasiones, los instintos, el deseo sexual, en una relación simétrica, respetuosa, en libertad y profunda” (Capponi)
Caminar unidos en el deseo de permanencia, de complicidad de innovar en lo posible juntos y mantener creativo el sentido del humor.
Reflexionar en que la fecha de caducidad es cuestión de cuidado y de trabajo personal en una empresa que es de dos.
Dependiendo de la madurez emocional y de la capacidad para elaborar las frustraciones que en cada individuo existan, será muy distinto el resultado de esta experiencia.
Para algunos puede que sea totalmente insoportable, así el vínculo se rompe y cada uno sale corriendo en busca de una nueva relación, de un nuevo amorío. Esa gente está eternamente desengañándose, buscando nuevos vínculos, haciendo y deshaciendo parejas, sin que nada les dure. Se suelen sentir inmensamente frustrados y pueden caer en el error de inculpar al otro de sus fracasos, sin asumir las responsabilidades personales que los llevan a repetir una y otra vez los mismos errores.
Están hipnotizados por el enamoramiento, van detrás del romance como atraídos por un espejismo que una y otra vez los engaña. Y así nunca pueden llegar a hacer contacto con el otro real, con la pareja humana no idealizada, único vehículo para poder construir el verdadero amor”.
Pero si logran soportar el desencanto, la desilusión, si pueden asimilar que el no es el “príncipe azul” ni ella “la mujer perfecta”, por que ni el príncipe azul ni la mujer perfecta existen, entonces han dado un gran paso. Aquí se abre la primera oportunidad para que el amor real nazca. Porque el amor profundo, el amor conciente que da sentido y plenitud a la vida, no es el enamoramiento paradisíaco-perfecto de la primera época de una relación. El enamoramiento es una emoción poderosa y tiene un fuerte componente de pasión, ilusión, ternura y sexualidad. Pero las emociones son pasajeras y están condenadas a extinguirse. Y así, cuando el enamoramiento pasa, muchas parejas basadas solamente en esta emoción se deshacen.
El poderoso amor que sana, que dignifica y bendice nuestra vida es el fruto de la interacción entre dos personas reales, cada una de ellas con sus fallas y sus bondades. Que se disponen deliberadamente a compartir y crecer juntos. A asumir uno de los desafíos existenciales más valiosos y dignos que los seres humanos somos capaces de afrontar en esta época: vivir en pareja.
Una actitud idealista o perfeccionista del amor, encubre una visión llena de prejuicios e irrealidad en relación con lo que una pareja “debe ser”. Lo más sano es comprometerse sinceramente en la relación y asumir las responsabilidades por nuestras conductas y por la forma de relación que queremos alimentar.
Cuando el primer momento de atracción y encanto termina, para que el viaje pueda continuar y profundizarse, tendrán que soportar la realidad sin idealización y reparar la ilusión herida con una actitud conciente y madura, en donde las dos personas reales comienzan a acercarse de una forma totalmente nueva. A re-conocerse por primera vez. Porque a amar se aprende. Y es un aprendizaje que nos lleva toda la vida. Y la pareja es el lugar ideal para emprender dicho aprendizaje.
A partir de este momento el intercambio humano tiene la oportunidad de enriquecerse cada vez más. Es el comienzo de algo verdadero, aquí se va dibujando la silueta de una pareja.
Si son valientes y se animan a avanzar hacia el amor consciente, el tiempo los llevará a cultivar el vínculo con cualidades como: amistad, respeto, comprensión, paciencia y la imprescindible comunicación.
Enamoramiento no es amor, la puerta no es el interior de la casa, es sólo la entrada. El enamoramiento es la puerta, que si logramos atravesar nos conducirá lentamente hacia el interior dem la casa donde recide el amor.
El amor verdadero es como el alambique del alquimista, allí pueden obrarse cambios reales en nuestro ser. Pues gracias a este amor podemos transformar la escoria en oro, todo lo deficiente que llevamos dentro puede ser convertido en paciencia, compasión, alegría, creatividad. El otro se transforma en el vínculo que nos conecta con el amor incondicional. El otro nos obliga a que aprendamos a amar más allá de nuestros condicionamientos, de nuestros límites. Incluso a pesar nuestro. Porque paradójicamente para la razón, aprender a amar duele. Porque nos empuja fuera de nuestro pequeño ego, del yo-identidad al que tanto nos aferramos.
El amor verdadero nos vuelve conscientes de nosotros y de los otros, y nos permite apreciar la vida como nunca antes la habíamos podido imaginar.
El amor que podemos realizar en pareja nos vuelve sensiblemente humanos y nos enriquece de manera continua.
Además una pareja nunca debe olvidar que por más grande que pueda parecer una diferencia, siempre es posible algún tipo de acuerdo basado en el principio del bien común. El bien común es un mediador justo y poderoso que le permite a la relación fortificarse y volverse segura de sí misma. Nos enseña a trabajar en objetivos comunes, manteniéndonos unidos y a la vez conservando una sana individualidad. El bien común asegura además, que no habrá abusos de poder, que al avanzar sobre las diferencias no estaremos subordinándonos al ego ni a la voluntad de nadie, sino que estaremos entregándonos al amor recíproco, al cuidado mutuo que ambos requieren para salir airosos de cualquier disputa.
Podríamos decir que en la pareja existen cuatro elementos: cada uno de los individuos, la pareja como un alma independiente producto de la interacción de estas dos personas y una entidad reguladora que trasciende a los dos individuos, capaz de traer equilibrio, proporción y neutralidad dentro de la relación. Llamaremos a esta instancia “bien común”.
Este es un principio regulador trascendente, por que se ubica más allá de las personalidades y deseos individuales. Apunta a la cohesión del vínculo, privilegiando lo que será bueno para la pareja, como entidad independiente, en detrimento de las inclinaciones egoístas, que sólo buscan el bien personal sin tomar en cuenta a las necesidades del otro o utilizan al vínculo como un medio para lograr sus propios fines.
El amor mutuo y el bien común funcionan como una unidad trascendental. El amor mutuo es además el fundamento del bien común. Por el amor que le tengo al otro y por el amor que el otro me tiene se hace posible el bien común.
El bien común es una guía objetiva durante un conflicto, una especie de brújula que aconseja a la pareja en los momentos de cerrazón y tormenta, indicándoles la dirección correcta más allá de las visiones unilaterales. “No es tu ego ni es el mío, es el bien común lo que mantendrá viva a la pareja si lo permitimos”.
Una sinceridad de fuego es necesaria para lograr esto. Una sinceridad diamantina con uno mismo y una transparencia completa hacia el otro se vuelven imprescindibles si queremos encontrar limpiamente las soluciones adecuadas y verdaderas que reanimen la confianza mutua y el sentido de solidaridad.
Esto lleva invariablemente a la aceptación generosa del bien común, porque es de esa manera que los miembros de la pareja se brindan mutuo respeto y se honran el uno al otro.
Aquí debemos aprender que para lograr el bienestar, muchas veces es necesario ceder, conceder, permitir. Por supuesto que no de una forma sumisa ni resignada, sino con el espíritu claro de que lo que estamos haciendo es realmente una acción que fortificará a ambos, es decir, a la pareja que hemos decidido proteger.
Los dos ceden, los dos deciden. Es un ejercicio que cada uno debe aprender, que cada pareja debe realizar. Es la construcción de un equilibrio dinámico, siempre vivo y cambiante. Es el reflejo del alma viva de la pareja: un crecimiento constante, un intercambio permanente, donde los dos se reacomodan a las circunstancias nuevas. Donde la comunicación fluye y prospera porque ambos se esfuerzan en expresarse de manera clara pero sin agresión, y ambos se esfuerzan en escuchar de manera receptiva y completa. Así se abre la posibilidad de llegar a acuerdos que satisfagan al vínculo.
Los dos buscan conscientemente “lo correcto”, es decir el bien común. El bien común es una necesidad para que el vínculo se mantenga vivo y sano, es una guía y a la vez una garantía de que ambos ceden en la relación, no para quedar bajo el gobierno del otro sino para poder encontrar y construir objetivos neutros, limpios de caprichos egoístas. Y esto es una necesidad. Una necesidad está ligada a lo imprescindible, no es algo que pueda ser negociado. Y la búsqueda del bien común es una necesidad.
Por lo general el gusto personal está ligado al querer, al desear; no es algo imprescindible, muchas veces tiene que quedar en segundo plano, postergado para más adelante o relegado para siempre al ámbito de la fantasía.
Si uno o ambos miembros de la pareja intentan imponer metas egoístas en la relación, sea de manera violenta o diplomática, esa acción no tendrá otro resultado más que el fracaso, la frustración y el resentimiento. Podemos decir algo con mucha seguridad: si uno o los dos miembros de la pareja no pueden, no saben o no quieren relegar el afán individualista en beneficio del proyecto común, las cosas no funcionarán bien. El vínculo estará condenado. Tarde o temprano cada uno seguirá por un camino distinto. El corazón de un vínculo sano se apoya en la comunicación y el bien común por sobre el deseo individualista.
Algunas veces será más difícil ponerse de acuerdo, otras más fácil, puede que uno de los dos tenga más desenvoltura y al otro le cueste más. Pero eso no es lo que determinará el resultado del conflicto.
El conflicto de poder puede resolverse si ambos deciden acordar metas comunes, con fines que enriquecerán a la pareja, donde ambos se sientan felices de las decisiones que están tomando aunque eso signifique posponer los deseos narcisistas.
Al mismo tiempo que el bien común se va afianzando en el vínculo, un amor profundo, más allá de cualquier contenido sexual, comienza a generarse y florecer. Es inevitable que así suceda cuando vemos a nuestro amado y nos vemos a nosotros mismos cediendo y confiando en favor de la relación. Un sentimiento de admiración hacia el otro acompaña a nuestro amor que crece. Esa admiración hacia nuestro amado nos ayuda a que en los momentos en los que surgen las inevitables peleas y desacuerdos, podamos recuperarnos prontamente y evitemos que las discrepancias se vuelvan exageradamente agresivas y amargas.
Cuando una pareja logra vincularse de este modo, desarrollará una gran capacidad de lidiar con los conflictos de manera eficaz impidiendo escaladas estériles y destructivas.
¿Qué es, entonces, el verdadero amor? Es algo que se practica, como el deporte. Es algo que se ensaya, como la guitarra. Es algo que se mantiene, como el estado físico. Y es algo que se cultiva, como un jardín. ¿Por qué? Porque vale la pena. «Si … me falta el amor —afirma San Pablo—no soy nada.» En cambio, si tengo amor, tengo algo que se reproduce, pues «el amor jamás se extingue» (1 Corintios 13:2,8)....
“El que ama no puede pensar
Todo lo da, todo lo da
El que quiere pretende olvidar
Y nunca llorar y nunca llorar
El querer pronto puede acabar
El amor no conoce el final
Es que todos sabemos querer
Pero pocos sabemos amar”...
Fuentes:
http://psico-in.com.ar/pareja.htm
Una propuesta "indecorosa"...
La propuesta de los diputados Lizbeth Rosas y Leonel Luna establece que al término de ese periodo los cónyuges podrán decidir si renuevan el contrato de manera indefinida o disuelven el vínculo matrimonial. Asimismo, plantea que los contrayentes anexen un documento denominado Capitulaciones familiares, en el que precisarán la “forma de cumplir con obligaciones o derechos del hogar y a los fines de matrimonio y abarcará todo lo relacionado a la situación jurídica de los hijos procreados o que se vayan a procrear y lo relativo a los bienes”.
Se propone que se establezca como requisito para contraer matrimonio acreditar haber asistido a pláticas sobre cómo resolver conflictos jurídicos relacionados con los hijos o patrimonio, además de que se crea la figura de custodia compartida. La iniciativa busca solucionar lagunas en torno al matrimonio... y mas ... y mas ...
Señoras y señores estamos ante una sucia maniobra mas de los seudo-politicos que sin pudor alguno, formulan propuestas que van encontra de los valores de una sociedad con tal de obtener votos... y porque no en lugar de preocuparse por nuestros asuntos “sentimentales”, se preocupan por la pobreza del pais?, por la desigualdad?, por la corrupcion que nos circunda y nos ahoga? Porque en lugar de ocupar su tiempo en nuestros “corazones rotos”... no mejor se “ocupan”, (que ya es mucho)... en proponer un sueldo justo que permita a las personas vivir con dignidad y no pasarse la dignidad por... y hablando de triunfos, como se nota que en nuestro pais a triunfado tan solo la hipocrecia...
Quien le debe enseñar a un delincuente a ser una persona de bien? Cuantas “familias” debe tener una persona? Y que “enamorado” sincero dice te amo... por dos años.
Señores Lizbeth Rosas y Leonel Luna, basta de pensar que somos un puño de idiotas, porque no se "proponen" trabajar seriamente y de “proponer” leyes que fomenten los valores que en nuestro pais estan en vias de extinsion, antes que perdamos lo poco que nos queda de verguenza y lo mucho que les sobra de .... y de ...