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martes, 31 de agosto de 2010

El amor está en el cerebro, no en el corazon...sera?

Fuente: www.fernanda.com.mx
Escrito por: Jimena Garcia Sanabria
26 de agosto 2010

¿Te has sentido culpable por dejar de estar enamorada del chico ideal? ¿Un día despiertas y no logras entender por qué de pronto tu corazón “cambió de opinión"?

Afortunados quienes nos hemos enamorado intensamente y sabemos qué significa ‘perder la cabeza’ por amor pero, ¿por qué nos enamoramos? ¿Por qué se nos pasan las mariposas en el estómago? Científicos de todo el mundo se han esforzado durante años para poder explicarlo.

La química del amor :

Un estudio de la Facultad de Medicina de la UNAM concluye que el enamoramiento dura como máximo cuatro años y puede definirse como un estado de demencia temporal, un comportamiento obsesivo-compulsivo que disminuye la productividad de quien lo padece.

El enamoramiento, distinto del cariño y del atractivo sexual, activa ciertas sustancias que captan la atención de las neuronas ante un solo objetivo: el ser amado.

En el Instituto Psiquiátrico del Estado de Nueva York (Estados Unidos) se ha probado que la Feniletilamina (FEA) -producida en el cerebro-, se asocia con el sentimiento del amor. Grandes cantidades de FEA produce en los humanos el disparo de sustancias químicas como dopamina y norepinefrina que, combinadas, son culpables de las modificaciones fisiológicas que ocurren durante el enamoramiento, tales como vigilia, excitación, taquicardia, enrojecimiento e insomnio. Además, el enamorado encuentra dificultad para concentrarse y realizar tareas creativas. ¿Sabías que las más extraordinarias obras producidas por grandes artistas han ocurrido durante el proceso de desamor?

Conclusión :

El enamoramiento es un proceso tanto mental como físico. Nos enamoramos de una persona porque nuestro sistema nervioso genera FEA frente a estímulos específicos que precipitan reacciones químicas y eléctricas, aunque también intervienen cuestiones psíquicas y emocionales.

Cada quien con su cada cual

¿Qué son los “mapas mentales del amor”? Estos son mapas que todos tenemos, pues los obtenemos de experiencias positivas y negativas que nuestro subconsciente va grabando y eso marca nuestra forma de relacionarnos a nivel afectivo, a partir del conjunto entre lo heredado biológicamente y lo adquirido.

Cuando encontramos a la persona deseada, el sistema nervioso envía mensajes a las diferentes glándulas del cuerpo ordenándoles que aumenten la producción de adrenalina y noradrenalina, cuyos efectos se hacen notar al instante: el corazón late más deprisa (130 pulsaciones por minuto), la presión arterial sube, se liberan grasas y azúcares para aumentar la capacidad muscular y se generan más glóbulos rojos a fin de mejorar el transporte de oxígeno por la corriente sanguínea.

Marcianos y venusinas

Estudios de imagen cerebral realizados mediante resonancia magnética a hombres y mujeres que se declararon ‘enamorados’, en la Universidad de Rutgers, Estados Unidos, indicaron que había un aumento de actividad en las áreas relacionadas con la energía y la euforia. Mientras que los cerebros femeninos evidenciaban respuestas más emocionales en áreas relacionadas con la recompensa, emoción y atención, los masculinos manifestaron actividades en áreas relacionadas con el procesamiento visual y la excitación sexual.

Cuestión evolutiva

La doctora Helen Fisher, antropóloga e investigadora que dirigió tales estudios, afirma: "La atracción, que es la precursora mamífera del amor, evolucionó para que los individuos buscaran pareja para reproducirse. El circuito cerebral de las relaciones entre macho y hembra evolucionó para permitir que los individuos permanezcan con su pareja el tiempo suficiente para completar las tareas de paternidad específicas de su especie". Según esta investigación, hay tres variantes del amor, definidas con base en la activación de diferentes estructuras y químicos cerebrales específicos (conocidos como neurotransmisores) que generan diferentes formas de relación entre los humanos: sexo, amor romántico y cariño o lazos emocionales. Sin embargo, detrás de todo esto podría estar un acto inconsciente: que alguien nos atraiga puede ser una reacción a señales que nos dicen que esa persona es "genéticamente" buena candidata para darnos una descendencia sana y fuerte... y entonces nos enamoramos sin darnos cuenta.


Como una adicción


Se ha demostrado que durante la fase más intensa del enamoramiento se produce dopamina, un neurotransmisor asociado con las sensaciones de felicidad, pero también con la depresión (su ausencia nos causa el “bajón anímico”). Además, este neurotransmisor produce el tipo de placer que causa consumir ciertas sustancias, como las drogas psicoactivas, lo que demuestra que su efecto es igual al de una adicción. Eso que los griegos definieron como “la locura de los dioses” y que, nosotros hemos llamado pasión o estar locamente enamorados, es un impulso que puede resultar más poderoso que el sexual, una combinación de esperanza con mucho de soledad, tristeza, celos y miedo o preocupación.

¿Y el sexo?

La sustancia que motiva la actividad sexual es la hormona masculina por excelencia: la testosterona, que aviva el deseo tanto de hombres como de mujeres. La buena noticia es que la liberación de dopamina en el estado de enamoramiento estimula su producción.

¿Kamasutra?

"Esta relación positiva entre la dopamina y la testosterona puede explicar por qué las personas se sienten sexualmente atractivas cuando prueban algún truco nuevo en la cama o hacen el amor con una nueva pareja. Las experiencias novedosas elevan los niveles de dopamina en el cerebro, de ahí que también sea posible que activen la química cerebral del deseo”, asegura la doctora Fisher.Como todos sabemos, no siempre el deseo desemboca en un romance, pero puede darse el caso. "Esta es la razón por la que es peligroso tener relaciones sexuales con alguien con quien no quieres comprometerte. Aunque tu intención sea practicar sexo esporádicamente, puede que al final te enamores". Por supuesto, la fase de atracción no dura para siempre y comienza entonces una segunda etapa en la que actúan las endorfinas -químicos naturales de estructura similar a la de la morfina y otros opiáceos-, las que confieren una sensación común de seguridad, comenzando una nueva etapa: la del apego.


Fin del proceso: el amor

En la cascada de reacciones emocionales del enamoramiento hay electricidad (descargas neuronales) y hay química (hormonas y otras sustancias que participan). Ellas son las que hacen que una pasión amorosa descontrole nuestra vida. El enamoramiento genera un estado de hiperactividad neuronal que activa sustancias estimulantes pero que, desgastan el cerebro y por ello posee determinado tiempo de duración, por lo que hay un punto en el que el cerebro comienza a liberar una hormona llamada oxitocina, que permite distender esa obsesión y convertirla en apego o cariño, en el mejor de los casos. El problema es que el cerebro, acostumbrado a ese estado compulsivo, buscará un nuevo objeto de enamoramiento y se dispondrá a que se inicie nuevamente el proceso. Todo esto se trata de “siento-luego-existo”... Es la carne comunicándose, las atracciones y repulsiones primarias; es territorio donde la razón no tiene cabida: es el instinto primigenio de la preservación de la especie.

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